He vivido una existencia de acción, pero con ideas, opiniones y preceptos basados en la falsedad y en la incerteza. Ahora, finalizado mi tiempo de obrar, me dedicaré a deliberar sobre todo lo que creía saber y creía que era certero.
Esta deliberación tenderá a la destrucción de muchas de mis ideas y creencias, pero no será necesario demostrar la falsedad absoluta en todas, sino una modesta e inteligente duda en los cimientos de estas para que así caiga por su propio peso.
El primer cimiento al que dirigiré mi atención serán mis sentidos, mi única forma de percibir la realidad. Para mi vergüenza, me es imposible afirmar que nunca he sido engañado por estos.
Mi segundo cimiento es mi cordura, puedo dudar de tenerla pues los locos también se creen cuerdos, pero no creo que mis actos ni por asomo se asemejan a los suyos.
Mi tercer cimiento es que la realidad que experimento es real, pues me es imposible afirmar que nunca he creído estar viviendo algo para luego despertar. Aun así, dicho sueño sigue siendo la realidad, por más distorsionada que este sigue siendo una distorsión basada
en algo y no un sui generis.
Pero y si esa realidad no es más que un engaño superpuesto ante mi por algo o alguien. Ese algo o alguien con tal capacidad debe ser un Dios, pero es bien sabido que Dios es supremamente bondadoso y jamás permitiría tal engaño.
Aun así, permitamos que esta idea de un Dios engañador o genio maligno es real, en ese caso se podría establecer que no soy más que algo que piensa, pero que todos sus pensamientos no son más que engaños.
Entonces, ¿qué es real?
Que pienso
Para ser engañado debo ser algo engañable y para ser algo engañable debo ser algo pensante.
Pienso si existo.
Existo si pienso.
Y solo así puedo ser engañado.
Así, no debo definirme a mí con una serie de categorías, porque caería en el infinito de las definiciones.
Tampoco puedo definirme por lo que creo que son mis cualidades físicas porque puede ser que no las tenga como que no sean tan únicas de mí. Lo mismo para todas las actividades que realizo.
Lo único que me define como ser es mi eterno e incesante pensamiento. Podría pensar falsedades y ser todos mis pensamientos víctimas de un engaño superior, pero sigue siendo verdad que soy engañado, dudo y pienso y, por ende, soy.