En un recorrido observando detenidamente los textos canónicos de nuestra literatura nacional y los tópicos que se tocan se puede evidenciar cómo las realidades políticas han influido en que algunas de las obras de escritores más importantes presentan una denuncia de los supuestos horrores de los regímenes de lo que no eran afines y temían y, en un trabajo de militancia y propaganda, realizaban una construcción de aquellos que apoyaban las causas “equivocadas”, presentando un otro político caracterizado por la monstruosidad, barbarie y deshumanización.
La gran mayoría de estas construcciones se han hecho bajo una moral que, siguiendo el pensamiento del filósofo alemán del siglo diecinueve, Friedrich Wilhelm Nietzsche, podríamos considerar la de un esclavo, que se autodefine a sí mismo por negación del otro al que considera un peligro para su supervivencia, lo que más anhela. En términos más simples, en la literatura argentina existen más descripciones del aborrecible otro que no hay que imitar, que del virtuoso yo que se debe aspirar a ser.
Esto ha tenido como consecuencia que a la hora de estudiar las obras de nuestro país predomine un interés por hablar de aquello que los autores repudiaban antes que aquello que admiraban o anhelaban, por una simple cuestión de cantidad de material. Aun así, realizando una observación más minuciosa se puede encontrar descripciones de aquellas formas de ser que los autores admiraban y anhelaban para la Argentina, las cuales una vez que se estudian terminan hablando mucho sobre la visión de estos y nos lleva a una mayor comprensión de sus obras, además de completar el estudio de la construcción del otro al conocer que no es lo otro.
De esta manera, el trabajo del presente ensayo será encontrar la visión y construcción de este anhelo en las obras de aquellos autores argentinos que más se dedicaron a construir un otro; José Esteban Echeverría Espinosa, Domingo Faustino Sarmiento y Jorge Francisco Isidoro Luis Borges.
Empezaremos con el considerado fundador de la tradición literaria, Echeverría, y su obra fundacional, pero póstuma, “El Matadero”.
Echeverría fue un escritor con claras inclinaciones políticas en contra de Rosas y el federalismo, pero también un gran amante de las artes, principalmente de la corriente del romanticismo. Esta dualidad entre hombre de política y de arte tuvo consecuencias más profundas para la construcción de sus “héroes” que de sus “villanos” (entendamos al héroe como él yo, lo propio o lo anhelado y al villanos como el otro, lo ajeno o lo indeseable).
Por este motivo, los villanos de la obra son caracterizados únicamente por el lado político, bárbaros, brutos y violentos fieles al régimen federal.
Por el contrario, el héroe de esta historia, el supuesto joven unitario, es caracterizado por el aspecto político, pero también moral, con una moral propia del indomable héroe romántico que no negocia ni hace concesiones con la realidad. Es caracterizado como un joven estético, gallardo y apuesto, que no es más que víctima del violento odio de la masa federal a la cual solo ataca en defensa, lo que, desgraciadamente, fracasa, quedándo solo con la resistencia.
La resistencia es el rasgo más importante de este héroe, lo define en un inicio, no cede ante las ordenanzas federales de llevar las insignias y divisas federales, pues se considera un hombre libre, y al final cuando se opone con firmeza a las injurias y torturas de los federales, lo que concluye en su muerte producto de una cólera total ante las afrentas que le pensaban hacer y su indomable oposición ante estas.
Podríamos llegar a encontrar algo de nietzscheano en esto último, el joven, completamente consciente y convencido de que sus ideales se tratan por completo de lo correcto, hace uso total de sus fuerzas sin limitarse aunque esto implique su muerte, a la que no teme, pues su mayor objetivo no es la vida y la supervivencia sino la concretización de sus objetivos y visión.
Esta poderosa resistencia no es una característica que Echeverría tenga interés en adjudicar a los unitarios, esto se descarta rápidamente en el cierre del cuento donde deja claro que los federales:
“Llamaban ellos salvaje unitario, conforme a la jerga inventada por el Restaurador, patrón de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; y por el suceso anterior puede verse a las claras que el foco de la federación estaba en el Matadero”
Esta característica es en realidad propia del héroe romántico, género nacido en Europa que Echeverría trajo a la Argentina, un hombre cuya visión de la realidad es innegociable, que no puede vivir en un mundo donde esta no se puede concretar.
De esta manera, antes que un hombre de política, el joven “unitario” era un hombre ilustrado de decencia y buen corazón y, por sobre todas las cosas, libre. Esta forma de ser prima sobre la agenda del personaje, siendo más una consecuencia de la primera, dando a entender que el hombre iluminado, romántico y libre, tiene por obligación ser patriota y enemigo de la federación, y tal vez, unitario o simpatizante de estos.
Esta caracterización se trata de un reflejo de la propia afinidad política de Echeverría, simpatizante de los unitarios, pero que en el fondo era un liberal socialista.
Finalmente a la caracterización del joven como una débil víctima que nunca ataca y solo se intenta, fallidamente, defender le podemos establecer una curiosa relación con la historia de publicación de la obra, siendo una obra póstuma que el autor nunca se atrevió a publicar, quizá por tratarse de un ataque al federalismo y no una defensa contra este.
Continuando el recorrido, nos detendremos con el padre del aula, Sarmiento y su más célebre obra, “Facundo o Civilización y barbarie en las pampas argentinas” o “Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Aspecto físico, costumbres y ámbitos de la República Argentina.”
En lo que respecta a la construcción de lo propio Sarmiento no decide extenderse mucho, se considera un hombre perseverante que luchará por lo justo sin ceder a la fuerza federal por más invencible que parezca, haciendo uso de la prensa al igual que los exiliados cultos en Uruguay.
También habla de los hombres de la ciudad como hombres elegantes y civilizados que se guían por la ley y el progreso, pero estos son presentados como consecuencia de aquello que Sarmiento anhela promover con mucha fuerza sobre el país, la influencia e inmigración europea.
Sobre esta, la dualidad entre política y arte, que hace a uno preguntarse a qué género pertenece esta obra, si a la propaganda, el ensayo o la biografía, se le suma la ciencia. Por supuesto, esta ciencia en comparación a la actual no parece más que un bruto bosquejo, pero que en su momento era considerada como la alternativa más próxima a la verdad en un mundo donde la religión perdía terreno.
Con su célebre cita sobre España como “esa rezagada a la Europa, que, echada entre el Mediterráneo y el Océano, entre la Edad Media y el siglo XIX, unida a la Europa culta por un ancho istmo y separada del África bárbara por un angosto estrecho” se hace evidente que este deseo de la influencia europea no es tan simple, siendo completamente consciente que esta ya ha llegado en parte a América. Por lo cual, Sarmiento deja en claro anhelar al europeo del norte, lejos del bruto mediterráneo, como los franceses que han sabido hacerse un crisol de todo lo bueno de Europa (irónicamente crisol de las razas es un epíteto del gaucho criollo) y que en ese tiempo, con François Guizot como Primer Ministro del Rey han logrado aplicar las ciencias sociales sobre su nación para hacerla avanzar, mismas que Sarmiento desea aplicar sobre la Argentina. A esto se le suma la caracterización que dota Sarmiento a los franceses de entrometidos, como dice Guizot, pero para bien de la Argentina, deformando sus palabras como una respuesta a su pedido de ayuda de la influencia europea.
De esta manera, si a través del arte Echeverría trajo de Europa al país y su literatura el romanticismo, a través de la ciencia de su tiempo, Sarmiento trajo de Europa la eugenesia1, la frenología y las políticas de inmigracion que aplicaría durante su gobierno.
Este anhelo del europeo se explica en su comparación con los pobladores rurales de las Américas y los pobladores rurales de la Europa, estos últimos eran trabajadores eficientes y comprometidos con una gran sensibilidad estética y que eran apremiados por su esfuerzo con la posibilidad de vivir en las ciudades, razón de que las ciudades eran centros civilizatorios, pues estaban poblados con los mejores hombres del campo. También se complementa con la idea de que los europeos no mediterráneos han sabido aprovechar los recursos que los rodean, razón de que sean tan prósperos contrario a los mediterráneos y América del Sur.
De esta manera entendemos que parte del odio de Sarmiento al americano residía en su carácter ocioso e ineficiente, razón de que durante su gobierno promoviera una inmigración europea y el uso de las ciencias sociales para lograr formar una ciudadanía eficiente, trabajadora y uniforme (esto último logrado por medio de la educación que también promovía el autor).
Finalmente, concluimos este recorrido con la obra del destacadísimo Borges de quien analizaremos algunos de sus cuentos.
Empezaremos con su obra más cercana a “El Matadero” y “Facundo”, su polémica “La fiesta del monstruo” escrita junto a su amigo Adolfo Bioy Casares bajo el seudónimo de Honorio Bustos Domecq. El análisis de esta obra resulta uno muy interesante, sería fácil perderse en la construcción del otro como el bárbaro peronista y considerar irrelevante al personaje del judío en la obra, cayendo en la simple conclusión de que más que un personaje era un recurso para acusar a la doctrina peronista de tener inspiración y paralelismo con el nazismo, pero aun así, haremos el ejercicio.
En el cuento se nos presentan dos judíos, el primero con su barba que, según Borges, infunde respeto y el segundo que debido a su condición de carente de musculatura y altura es víctima de la barbarie peronista. Dejando de lado el aspecto físico, es descrito como un hombre culto de libros, un librepensador que es ajeno e ignorante a la masa, razón también de que esta choque con él, y que en su final se encuentra lejano a todo, en otro mundo (“Fue desopilante; el jude se puso de rodillas y miró al cielo y rezó como ausente en su media lengua.”).
Así, las similitudes entre “El Matadero” y “Facundo” con la obra no se limitan solo a las formas en que fueron publicados (años después de ser escritas y desde otros países) o la crítica al régimen del momento y su ignorante rebaño, sino también por la construcción de un “héroe” victimario, débil y libre hasta el final, pero también culto y de una etnia específica.
Si en los anteriores relatos encontramos que los nimios detalles detrás de la caracterización de los héroes como su romanticismo y posible no afiliación al unitarismo o el no ser europeos mediterráneos nos resultó en una forma de comprender las políticas de Echeverría o Sarmiento, consideramos que detenernos a estudiar la cuestión judía en la obra de Borges como algo fundamental que podría llevarnos a comprender su visión.
Así, pasamos a su siguiente cuento más conocido por esta cuestión la siguiente aparición del judío, “Deutsches Requiem” donde no realiza ninguna construcción del judío propio, siendo que el cuento es desde la perspectiva de un cómplice del régimen nazi. En lo que respecta a este, si se realiza una larga y detallada caracterización de su persona, de forma que no parece presentado como un otro, pues la tesis del cuento reside en dar a entender como un hombre formado por la misma música, los mismos autores y los mismos pensadores que la gran mayoría de hombres cultos, puede resultar en un partidario del nacionalsocialismo, lo que nos deja con la pregunta de qué tan ajeno o de la otredad es realmente esta ideología en los tiempos posteriores a la guerra.
Entre la lista de pensadores que menciona el personaje no podemos evitar detenernos en el filósofo alemán mencionado anteriormente, Nietzsche, lo que nos ha llevado a leer lo que Borges opinaba de este en una columna publicada en el diario La Nación, “Algunos pareceres de Nietzsche”.
En este, el escritor argentino expresa su interés principal por la obra inédita del alemán antes que por la más difundida y reconocida que se podía acusar de ser “un evangelio para matones”. Se detiene con interés en los fragmentos donde habla del nacionalismo como un sinsentido sin base y donde habla del judío.
“El antisemitismo lo mueve a las siguientes observaciones:
‘Encontrar un judío es un beneficio sobre todo cuando se vive entre alemanes. Los judíos son un antídoto contra el nacionalismo, esa última enfermedad de la razón Europea. .. En la insegura Europa son quizá la raza más fuerte: superan a todo el Occidente de Europa por la duración de su proceso evolutivo. Su organización presupone un devenir más rico, un número mayor de etapas que el de los otros pueblos... Como cualquier otro organismo, una raza sólo puede crecer o perecer: el estancamiento es imposible. Una raza que no ha perecido, es una raza que ha crecido incesantemente. La duración de su existencia indica la altura de su evolución: la raza más antigua debe ser también la más alta. En la Europa contemporánea los judíos han alcanzado la forma suprema de la espiritualidad: la bufonada genial.
Con Offenbach, con Enrique Heine, la potencia de la cultura europea ha sido superada: las otras razas no tienen la posibilidad de ser ingeniosas de esa manera... En Europa son los judíos la raza más antigua y más pura. Por eso la belleza de la mujer judía es la más alta.’
Examinando con alguna imparcialidad, el párrafo anterior es muy vulnerable. Su propósito es refutar (o molestar) al nacionalismo alemán; su forma es una afirmación y una hipérbole del nacionalismo judío. Este nacionalismo es el más exorbitante de todos; pues la imposibilidad de invocar un país, un orden, una bandera, le impone un cesarismo intelectual que suele rebasar la verdad. El nazi niega la participación del judío en la cultura de Alemania; el judío con injusticia igual, finge que la cultura de Alemania es cultura judía. Por lo demás, el pensamiento de Nietzsche debe haber sido más imparcial que sus afirmaciones; sospecho que se dirigía, in mente, a los alemanes incrédulos e indignados”
No solo hace un rescate de los dichos de Nietzsche al presuponer sus intenciones mentales igual que Sarmiento de Guizot, sino que también da su opinión del judío estando de acuerdo en que se trata de un hombre que ha superado las limitantes bárbaras del nacionalismo tendiendo al intelectualismo.
Siguiendo con la cultura judía y los nacionalismos vamos a parar al ensayo de Borges “Nuestro pobre individualismo” publicado en su libro de ensayos “Otras inquisiciones”, en este similar a Nietzsche hace burla del nacionalismo europeo por la consideración de que cualquiera de esas naciones tiene el favor de Dios por encima de las otras. Aun así, realizando una comparación con Argentina, encuentra que el europeo entiende el orden cósmico donde cada uno ocupa un lugar, donde el Estado es la ley que se debe seguir. Por el contrario, el argentino (que no tiene amor por su nación, sino por las similitudes con otras naciones) es un individualista que no confía en el Estado por las pésimas experiencias con este, inclinándose más por la vida de fuera del sistema como el gaucho Martin Fierro. Borges se lanza a decir que no le interesa la fábula de los lamed wufniks, “los treinta y seis hombres justos que no se conocen entre ellos pero que secretamente sostienen el universo” (claramente inspirada en la leyenda judía de los 36 tzadikim) por ser oscuros y anónimos.
De esta manera podemos evidenciar que la visión de Borges es una de cosmos de que hay un gran orden a obedecer y seguir en que cada uno tiene un lugar anónimo que cumplir. Borges no se detiene en la política o la ciencia para catalogar a sus héroes o villanos, sus héroes son los que entienden y/o siguen esta cosmovisión y sus villanos los que la desobedecen.
Como el rey babilónico de “Los dos reyes y los dos laberintos” que desobedeciendo construyó un laberinto que desafiaba lo establecido por Dios y poderosa y perfecta tríada con el pecado de la soberbia de creerse por encima de este, contrario al rey árabe que no teme en pedir el socorro divino, seguir su voluntad haciéndole la guerra a aquel lo desafía y que reconoce el poder de Dios como el máximo, siendo aquel que no muere, con lo que encierra al rey babilónico en el mayor de los laberintos, la creación.
Así también hay personajes que siguen esta cosmovisión sin conocerla como Tadeo Isidoro Cruz que entiende a su manera iletrada el lugar que ocupa en el orden cósmico debido a su imposibilidad de civilizarse o ver valor en la civilización; Azevedo Bandeira de rasgos “en su rostro, siempre demasiado cercano, están el judío, el negro y el indio” que ocupa el rol de bárbaro jefe, pero exitoso dentro de la barbarie que entiende que su cicatriz en la cara no es más que un adorno contrario a Benjamín Otálora que cree que una puñalada le ha revelado su supuesto destino en la barbarie; Droctulft que no se puede conmover por la belleza del orden civilizatorio de Ravena, pero si de su complejidad y, por ende, valor siendo no un traidor sino un iluminado que se ha convertido para luchar por el bien y ser recordado, contrario a la cautiva que siente una falsa y vacía satisfacción en vivir entre los salvajes y merece el olvido (aunque Borges admite que a ambos los ha movido el mismo ímpetu, quizá por ser uno un monstruo elevado y la otra un ángel caído y no cumplir sus roles originales); o incluso los Yahoos de “El Informe Brodie” que si bien serán unos salvajes obedecen el orden judío-griego de tener un rey, una lengua ordenada, una poesía y profunda admiración a esta, una teología y un culto, todo esto a su manera.
Aun así, a pesar de sus intenciones metafísicas más allá de la política, es imposible para Borges desligarse completamente de esta, dejando en claro en los cuentos anteriores que hay políticas o regímenes que no obedecen este orden cósmico. Lo que sí podemos afirmar es que el odio de Borges es más profundo, no odia al nazismo o al peronismo meramente por ser nazis o peronistas, sino por la movilidad social y la colectivización del pueblo de estos regímenes que desobedece al orden cósmico.
Así, volviendo al planteo original de la moral esclava, desde el punto de vista nietzscheano, podemos observar que si bien estos autores a través de sus obras promulgan el seguimiento de virtudes distintas; Borges con el orden individual, fijo e inmutable, Echeverría con la visión romántica y Sarmiento con la necesidad de influencia europea; todos estas coinciden en intentar justificarse no por sí mismas, sino por ser lo contrario a otro.
La principal enseñanza sobre los beneficios de estas formas de ser reside en no terminar con el mismo destino de aquellos mediocres que no las obedecen, en vez de la trascendencia y hazañas de aquellos que lo siguen. De aparecer algo relacionado a estas, siempre es una respuesta al otro del que se teme por amenazar la supervivencia, antes que proezas y acciones de carácter propio.